domingo, 18 de enero de 2009

Mi soledad.

¿Qúe siento? ¿Soledad? ¿Amiga? Pensé que no volvería a tener noticias tuyas. ¿Qué eres soledad? Un abrazo asfixiante del que no nos queremos desprender. Una sonrisa amada que rehusamos mirar, pero añoramos sentir. Una palabra que no quisimos escuchar pero nos la obligamos a repetir. Ciertamente, ¿qué eres, fuistes y serás? Nada y todo unido en concordancia y sintonía. Eres el silencio más ensordecedor que nunca habitará la mente de un hombre, eres la luz más oscura del amanecer, y el tacto más frío de una caricia. Haces que despreciemos con dolor lo que deseamos tomar, amar. Una sombra en una noche sin luna, cuán ágiles dedos susurran con escalofríos las veladas camas de los abandonados solitarios, gritandoles al oido, el silencioso pasar de la noche. Les haces que noten cada pálpito de su corazón como un martirio más del tiempo en el que se abrazan a si mismos. Mezclas en sus palabras y actos egoísmo y bondad, miedo y libertad, les vuelves locos. Les teleportas al mudo camino del tedio y el deseo. Pues no eres más que eso, un deseo, y nos destierras por ello, por desear, por añorar algo que nunca llegará, y nos abandonas, nos acompañas con palabras de verdad hasta lugares donde odiamos vivir, pero nos negamos a perder. Tan solitaria nos es tu presencia, que ocupa por completo nuestra mente y ojos, haciendonos llorar por la dicha de la arrogancia. Y ya entonces, cuando nos has tocado con la frustación, lo demás es cosa nuestra. Ninguna palabra que salga de sus labios, ninguna caricia o roce que aferren nuestros cuerpos, podran eludir tu presencia. Tanta gente que gira alrededor y tan impacientes por huir de su lado, pero tan deseosos de que vengan hacia a ti, que te miren, te valoren, el mínimo detalle lo tengan en cuenta para tu felicidad, pero los detalles no llegan hasta sus ojos, alguna vez tercos, y otras amorosos. Pero nosotros sí pensamos en los detalles, en cada mínimo movimiento, gesto, palabra, acento, puntuación, suspiro, en cada chispa al hablar, y en cada relucir de ojos; los anotamos, los estudiamos, y cumplimos lo deseado, pero a nosotros nadie nos examina, nadie anota nuestras pequeñas victorias, nuestros minuciosos destellos de esperanza. Y de todo esto te vales tú, sanguijuela mental que atacas cuando más feliz ha de estar una persona, la aterrorizas con tus cavilaciones, con tus sospechas, le niegas la ilusión de ver algo donde aferrarse. Tal vez la muerte fuera más piadosa que tú, cruel tortura omnipresente. Niegas un aliento de vida, de futuro, creas el fin del mundo dentro de una habitación color púrpura, niegas y acrecentas el deseo y la esperanza de un abrazo y una palabras, una señal, un signo de que hemos sido oidos, de que alguien piensa en nosotros, alguien que en estos momentos desea estar a nuestro lado, pero pintas con acuarelas que prohiben ver ese final, tan solo vemos nuestros cuerpos hundidos en nuestros brazos, mirando al infinito, perdidos en los sonidos de los pensamientos de la soledad, en tus pensamientos. Amiga, buen nombre para una compañera insaciable que aplica su desgracia con nosotros, dejándonos que en un corro de felicitaciones observemos nuestros pies. Amiga, esta noche volviste y me hiciste una visita, odio tu nueva forma de actuar, pues no comprendo si el dolor que siento es real, o mero afán de llamar la atención de aquél que no creo que me escuche. De nuevo hicistes que mirara el firmamento, que inundara mis ojos, que me repitiera lo pésima que puedo llegar a ser, que añorara su presencia de nuevo. He vuelto a notar tu aliento en mi nuca, y tus escalofriantes palabras por todo mi cuerpo; noté como tus dedos apretaban y sobrecogían mi corazón, y como tus brazos oprimían mis pulmones y tu vida me negaba el aire. He vuelto a notar como las paredes se despedazaban ante mí, como se descomponía mi cuerpo, como moría mi alma; he notado como me odiaban esos ojos que tanto amo, como me despreciaban esas palabras, como se alejaban esos pasos. Pero esta noche amiga, por muy cerca que duermas de mi lecho, por mucho que inundes mis oidos con tus ofuscadas palabras, por muy oprimido que esté mi corazón y arrullado sobre sí mismo mi cuerpo, no dejaré que consumas mi alma con tus infames canciones. He aguantado duras pruebas, he superado duros baches, y siempre estuviste, amiga, cerca de mis heroicidades; pero a la hora de saltar un charco, sólo una mano me aferró, y era caliente y real. Tal vez fueron menores las pruebas que superé a su lado, pero me hizo resistente, y dependiente de mi compañía. Amiga, esta noche dormirás sola pues aunque me falte su calor, mi alma flotará hasta sus brazos. ¿Que qué soy me preguntas pequeña? Soy tus ojos y tus labios, soy tus gestos y actos, soy tus deseos y aficiones, pero multiplicados, organizados y desarrollados para que añores ser alguien, y desees no ser nada. Soy la locura que tambalea tu mente y te impulsa a la oscura presencia de manos más reales que tu propia ilusión. No soy más que un juego óptico , un pensamiento mal imaginado, un gesto mal interpretado. Pequeña, si me conocieras mejor sabrías que habito las más grandes reuniones y falto en los más solitarios personajes. Pequeña, soy muchas cosas, pero en tu mente soy tan solo un modo de huir, un modo de reprochar pensamientos equivocados que deseas borrar, pero que tus locos estudios incrementan su fuerza, y dolor. Soy simplemente la sombra y resultado de tus preocupaciones. Por eso me llamas Soledad, porque nadie puede entrar en ellas, nadie ha visto nunca tu mente.

2 comentarios:

selene dijo...

wowwwwwwwwwww increible me dejaste sin habla felcitaciones escribes muy bien saludos desde diario de una desconocida esperare ansiosa tu proximo relato

Spirin dijo...

Muchas gracias